POLÍTICA, DOCENCIA Y ADOCTRINAMIENTO
Muchos dicen que el docente debe, obligatoriamente, tener una posición política neutral, pues corre el riesgo de llegar a ser intolerante frente a las posturas de sus estudiantes, e incluso, puede adoctrinarlos para que sigan las creencias que él considera como ciertas.
Pero hablar de un ser a-político es negar la naturaleza humana. Todo ser huamno tiene una postura, sigue unas creencias, adopta una posición y definitivamente, no puede ser neutral en temas de política.
Esto parece situar entonces a la educación en un problema serio: ¡si no existen docentes políticamente neutrales, no existe una educación pura! Todo estudiante será corrompido por la posición política de sus maestros.
Al ser este hecho innegable, los docentes han sacado a la política de los salones de clase por miedo a la influencia que creen poder llegar a ejercer en las mentes de sus estudiantes. No obstante, se comete un segundo error por algo que de una u otra forma no cambiará: por más que los profesores quieran dejar los temas de política fuera de sus salones, la política ciertamente no los deja nunca a ellos. Entonces se ve, de forma inconciente, un profesor cuyas creencias machistas se reproducen en las clases: si el profesor cree que las mujeres no deberían estudiar, por más que el quiera mostrarse como neutral en la clase y mantener por fuera del salón esa posición, sus actitudes en la clase reproducen su forma de pensar: le da más la palabra a los hombres, califica con criterios diferentes a los hombres y a las mujeres, le explica más a los hombres. Si se trata de un profesor cuya posición es de derecha, aquellos estudiantes que expresen posiciones de izquierda, serán discriminados así él no lo quiera. Así sucesivamente.
El profesor, en vez de querer mostrarse como ser neutral o de dejar por fuera de los salones los temas importantes que pueden promover un cambio en la sociedad, debe ser conciente de su posición política y tenerla en cuenta para, en primer lugar, no reproducirla de manera inconciente dentro del salón, y en segundo lugar, para promover un debate mucho más abierto y neutral.
Esto, a lo que Lilia Bartolome llamó "claridad política", es tal vez la forma más sensata de retomar los temas de importancia al interior del salón de clase. Un profesor no debe ser neutral políticamente, pues es imposible, un profesor debe tener clara su orientación política.
Claro, el miedo de un profesor con dicha claridad es que llegue a adoctrinar a sus estudiantes. Pero no olvidemos: !Los estudiantes también piensan!, ellos no son esponjas que lo único que hacen es absorberlo todo; ellos tienen su juicio, su criterio, sus razones, sus creencias, su mente con voluntad propia. Ahora, en un sistema donde los estudiantes son los actores de la clase y del aprendizaje, ese peligro se minimiza, pues ya no se trata del docente sabelotodo que es idolatrado por sus estudiantes, sino como un guía, no espiritual, no político, sino pedagógico.
Lo importante y la reflexión que quiero dejar es que el profesor no puede ser neutral en temas de política, por el contrario debe tener muy clara su posición política para que no reproduzca inconcientemente su posición al interior del salón y para que lejos de olvidar los temas importantes (clasismo, racismo, injusticias, entre otros) por miedo a un riesgo de adoctrinamiento, incentive el debate, la reflexión y la crítica.
Los estudiantes deben enfrentarse a sus propias creencias, deben cuestionarse una y otra vez sobre lo que quieren, sobre lo que piensan, sobre sus posturas; deben ser invitados a encontrarse a sí mismos y al otro dentro de sí, pero para esto necesitan maestros que no los subestimen, maestros que se conozcan, maestros que los reten, los enfrenten, que conflictivicen su pensamiento, su forma de ver la vida, maestros que se reconocen como seres políticos, democráticos, como seres humanos que aceptan su posición en la sociedad; maestros con claridad política que saben que mientras el hombre piense no podrá ser adoctrinado; maestros que no les de miedo enseñarles a pensar.
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