10 julio 2008

¿PARA QUÉ ESTUDIO?, ¿PARA QUÉ ENSEÑO?

 ¿PARA QUÉ ESTUDIO?, ¿PARA QUÉ ENSEÑO?


Pasar de lo anecdótico al empoderamiento resulta complicado y requiere, ciertamente, un trabajo del otro lado de la pantalla.

Lo primero que creo que todo individuo debe hacer frente a la educación es preguntarse ¿Para qué?

La educación se ha tomado de una manera muy intuitiva. Enseñar se convirtió en contarle algo que se a alguien que sabe menos. Aprender es ahora llegar a saber algo que otro sabe. La educación se ha convertido en un rio que fluye por si mismo, sin sentido, sin un fin concreto y todos, en medio del letargo, fluimos sin saber a donde queremos llegar.

Lo primero que se debe hacer para despertar de ese letargo y llevar a la educación a otro nivel es preguntarse : ¿Para qué?, ¿Para qué estoy aprendiendo?, ¿Cuál es el fin de estudiar?, ¿Cual es mi plan de vida y cómo encaja la educación en él?; ¿Para qué estoy enseñando?, ¿Qué pretendo lograr con la materia que enseño?, ¿Qué espero hacer yo en la vida de mis estudiantes?, ¿Aportarles algo o simplemente contarles algo que seguro no les ayude con su vida?, ¿Para qué enseño, para qué aprendo?

Sólo hay una forma de cambiar la sociedad en la que vivimos y es por via de la educación; pero con la educación letárgica la sociedad seguirá igual: precipitándose entre la injusticia y la violencia hacia la extinción... Depertar es muy simple, es todo cuestión de empezar a preguntarse: ¿Para qué hago lo que hago?... una vez tengamos clara la respuesta a esa pregunta, se habrá empezado a recorrer el camino, de lo contrario, seguiremos fluyendo y la vida se nos irá así: llegaremos al final sin darnos cuenta, fluyendo como asnos y cuando el tiempo se nos acabe, la pregunta resurgirá pero para ese entonces ya de nada servirá responder... ¿Para que aprendí?, ¿Para que enseñé?, ¿Para qué viví?...  

Hoy, si en algo logro despertar su curiosidad, espero que cuando busquen la respuesta a esas preguntas no tomen como único referente a su yo... piensen en la sociedad, piensen más allá del individuo, del ser humano, más allá de unas metas personales, piensen colectivamente, en el bien general y no en el particular.

¿Para que hago lo que hago? Personalmente yo lo hago porque creo que el ser humano puede ser más humano y menos ser a través de una educación para el cambio... a eso le apuesto yo... ¿y Usted?, ¿Para que educa?, ¿Para qué aprende?, ¿Para que hace lo que hace?, ¿Para que está viviendo?...

06 marzo 2008

Coalición Académica por la Paz

COALICIÓN ACADÉMICA POR LA PAZ

Paz1
Ecuador Colombia Venezuela

¿Cuál es la posición de la academia frente a la crisis de fronteras?, ¿Qué estan haciendo los académicos por evitar un conflicto?, ¿Qué puede hacer la educación por el futuro de estas tres naciones?

Es sin duda un momento difícil para todos los habitantes de estas patrias hermanas y es imperativo que cada quien, en silencio, reflexione cuidadosamente sobre todos los puntos de vista, el propio y el del otro, es decir: el de Ecuador y el del ecuatoriano, el de Colombia y el del colombiano, y el de Venezuela y el del venezolano. Cada uno debe situarse en las tres posiciones para entender y comprender la situación. Una reflexión profunda, sensata y que definitivamente no debe llevar a que los habitantes de uno u otro país se victimicen, finalmente los tres gobiernos, de una u otra forma, han sido tanto agresores como agredidos (ojo: los gobiernos y no los habitantes de estas patrias).

Los riesgos y peligros de la situación actual son evidentes y la historia ya empezó a temer y a lamentarse, y sin duda alguna, la historia se siente defraudada por el papel que ha jugado la academia en este momento de crisis: el silencio del pueblo le permite a los mandatarios hacer y deshacer lo que quieran con sus paises.

¿Cuál es entonces el papel que deben desempeñar los académicos? la respuesta es sencilla: deben hacer algo para que esta situación se solvente, y ese algo es lo mismo que debe hacer todo el pueblo: expresarse, hondear una única bandera, la bandera de la paz. El pueblo debe hacerse sentir de forma tal que los mandatarios se sientan obligados a sentarse en una misma mesa para buscar una solución a través del diálogo, pues esa es la voluntad del pueblo ecuatoriano, colombiano y venezolano: buscar la paz en la región.

Pero la academia tiene una responsabilidad mayor, pues debe hacer uso del intelectualismo del que tantas veces se ha vanagloreado para tomar el liderazgo en este proceso en busca de soluciones pacíficas. Todos: estudiantes, representantes estudiantiles, profesores, decanos, rectores, deben sumar fuerzas para formar una coalición trinacional en pro de la paz. La academia debe guiar al pueblo ecuatoriano, colombiano y venezolano, para que grite conjuntamente su voluntad: ¡queremos paz!

Es momento de actuar y dejar a un lado la bandera patria para vestir una que está por encima de ésta: la bandera blanca, la bandera que une a los tres paises, a los tres pueblos, a los tres hermanos. Unamos fuerzas para buscar una solución a través del diálogo.

La academia tiene un compromiso con la historia, es tiempo de aceptarlo y cumplirle a la sociedad.
Empecemos a trabajar en una Coalición Académica trinacional (o internacional) por la paz.

25 febrero 2008

La Necesidad de una Cultura de Evaluación

"La Necesidad de una Cultura de Evaluación" 

Examen 

Generalmente cuando se habla de evaluar la educación, todos los involucrados se muestran reacios a este acto, pues se suele asociar a la evaluación con una calificación, con una dicotomía entre hacer las cosas bien y hacerlas mal. La palabra evaluar es para el estudiante una nota, para el profesor un atropello a su forma de hacer las cosas y para el administrador algo impensable o tal vez una oportunidad para demostrar cuan bien están las cosas que él dirige.

Pero la evaluación es ciertamente algo más: es el único medio que tenemos para tomar decisiones sobre la educación. Desafortunadamente todos los que tenemos alguna participación en la educación tenemos un concepto muy pobre de ella. Esto se ve reflejado en que casi todas las decisiones que se toman en materia académica en un colegio, en una Universidad o, incluso, que toma el mismo Ministerio de Educación, se basan casi exclusivamente en los resultados de pruebas estandarizadas (en Colombia las pruebas SABER, ICFES y ECAES). Es necesario crear una cultura real de evaluación al interior de las instituciones educativas para poder tomar decisiones informadas y con criterios reales.

Pero la evaluación es más que dar una nota o "rellenar las bolitas" de una encuesta en un momento puntual; es un ejercicio mucho más profundo que se debe desarrollar constantemente, clase a clase, día a día. Es una recolección de información detallada para mejorar la educación. Un profesor que le pregunta a sus estudiantes que tal le parecen los métodos de enseñanza que él utiliza, qué tan adecuadas son las oportunidades de aprendizaje de sus clases, qué tal hace las cosas. Un estudiante que le pregunta a su profesor en qué puedo mejorar, qué debo hacer para comprender mejor, qué tengo que hacer para llegar a ser un buen profesional. Un administrador que le pregunta a todo su personal (profesores y estudiantes) cómo podemos hacer de la educación que impartimos la mejor.

Pero para llegar a esta, hasta hoy, utopía, es claro que debe existir una cultura donde la evaluación no sea sinónimo de algo negativo, donde no se asocie con perder una materia o tal vez el trabajo. Por el contrario, la evaluación debe ser entendida como una oprtunidad para mejorar y hacer la cosas cada vez mejor. Por esta razón, deberíamos alegrarnos al ver evaluaciones con resultados que muestran también las cosas que están mal.

Lo más triste de todo es que la ignorancia sobre la profundidad de la evaluación, nos hace diseñar modelos de evaluación para mostrar que las cosas están bien: si ustedes miran los informes de gestión de cualquier profesional, verán que sólo se muestra lo positivo, no hay ni una sola oportunidad de mejorar.

Pero, ¿por qué ese afán de mostrar que se hacen las cosas bien? Es evidente que la evaluación tiene unas implicaciones políticas importantes: a ningún rector le gustaría mostrar que los estudiantes bajo su mandato no estuvieron contentos con las clases que recibieron, por el contrario les gustaría mostrar que todos los profesores llegaron a tiempo, le entregaron un programa a sus estudiantes y que se cumplieron todas las clases. Es por eso que se evalúa lo que no tiene sentido evaluar, lo que no da información suficiente para tomar decisiones.

Es necesario que cambiemos de actitud frente a la evaluación, que entendamos la evaluación como un mecanimso de detectar las cosas que se pueden mejorar y que siendo así, diseñemos evaluaciones dirigidas a este objetivo. Sólo dándole el verdadero sentido a la evaluación podremos crear un cambio educativo. Evaluar no es malo, por el contrario, evaluar es el camino para no seguir haciendo las cosas mal.

Debemos empezar a generar una cultura de evaluación. Los invito a que empecemos, ética y objetivamente, a evaluar la educación.

08 febrero 2008

Sobre la Disciplina

SOBRE LA DISCIPLINA

 Disciplina

En mi último Post comentaban que las clases tradicionales tenían como un aspecto positivo que promovían la disciplina.

Pero ¿qué es la disciplina?, ¿Acaso es sentarse en silencio durante horas enteras a oir hablar a un profesor?, ¿Eso genera disciplina?, ¿Si un estudiante logra mantenerse despierto en todas sus clases tradicionales, tratando de poner atención, se volverá una persona disciplinada?

Creo que el concepto de la disciplina va mucho más allá y requiere ciertamente entenderse para saber si realmente es deseable la disciplina como un objetivo educativo. Veamos lo que significa la disciplina: la Real Academia Española la define como la acción y el efecto de disciplinar, y esta acción a su vez la define como:
  1. Instruir, enseñar a alguien su profesión, dándole lecciones [aleccionándolo].
  2. Azotar, dar disciplinazos por mortificación o por castigo.
  3. Imponer, hacer guardar la disciplina (observancia de las leyes).
Creo que en ese sentido, las clases tradicionales si fomentan la disciplina, pero no creo que disciplinar sea algo que la educación debe buscar. No comparto que la 1 o 2 definición sean un ideal pedagógico y en cuanto a la 3 definición, hacer guardar la disciplina (obviando lo de imponer), estoy seguro que esa observancia de las leyes puede ser fomentada desde un amor y respeto hacia la ley, desde una comprensión profunda del por qué respetar las leyes más que de una imposición.

La disciplina entendida como un respeto hacia las leyes es necesaria, pero no enseñada de una forma impuesta y obligada cual prueba de resistencia: mantenerse despierto, en silencio y atento. La disciplina debe ser estimulada desde la comprensión de su importancia: que mejor ilustración para entender la disciplina que el imperativo categórico (palabras más, palabra menos: si todos hiciesen lo que yo hago, estaría bien: ¿si yo hablo y todos hablan estaría bien?).

Las clases tradicionales disciplinan (y debe ser por eso que tantos, pese a su educación, no respetan la ley), otro tipos de clases de las que hablaré en otra oprtunidad, estimulan la comprensión de la disciplina y desde allí hacen de la disciplina una cualidad de la persona, no una obligación.

Esto nos lleva a que en clase no se debe buscar disciplinar sino que se debe buscar que los estudiantes comprendan la disciplina a través de actividades como que ellos impongan las reglas de juego, a través de dilemas éticos, entre otros (lo mismo para los padres: no disciplinen, permitan y estimulen a sus hijos a comprender este concepto).

La próxima vez que se pase un semáforo en rojo no culpe a su educación tradicional, sino que piense en el imperativo categórico, al final decidirá si se lo pasa o no. Permitan que sus estudiantes puedan hacer ese razonamiento también, no los obliguen porque la disciplina si no se entiende y se impone, no tiene sentido.

24 enero 2008

5 Aspectos Favorables de las Clases Tradicionales

5 ASPECTOS FAVORABLES DE LAS CLASES TRADICIONALES

 Clase

Después de aproximarme levemente al papel de la política en la educación (tema que retomaré más adelante), me gustaría acercarme a un aspecto algo más elemental de la pedagogía: las clases tradicionales.
La clase tradicional, sin el ánimo de caricaturizar, es aquella que gira en torno al profesor. Tan sólo recordemos esa clase característica en el colegio o en la universidad, tipo magistral, donde el profesor nos llenaba la cabeza con información que algunos ávidamente copiaban en sus cuadernos, mientras otros dormían ante tal recital. Pero un momento... ¡no me desviaré!, este Post tiene otro fin más allá de criticar algo fácilmente criticable.

La doctora en Educación JM en una ocasión nos dejó un ejercicio en el cual debíamos defender la corriente tradicional, rescatar sus bondades, defenderla frente a otras corrientes antes de entrar a criticarla. Así que contendré mi crítica por el día de hoy y buscaré exaltar las bondades de las clases tradicionales. Ahora, siguiendo las enseñanzas de un maestro en blogs (hermes), haré una lista con 5 cosas que se suelen resaltar de las clases tradicionales, espero ustedes me ayuden a complementar esta corta lista harto cuestionable:
1. Permite cubrir una gran cantidad de tema.
2. Optimiza el tiempo.
3. Cientos de estudiantes pueden aprender al mismo tiempo.
4. Los estudiantes aprenden de un experto.
5. ¡Ha funcionado durante siglos!.
¿Difícil de creer?

En mis próximos Post, abordaré cada aspecto de esta lista y buscaré sustentar el por qué hoy en día es tan cuestionable el común y siempre utilizado modelo pedagógico tradicional.

Los invito a que resalten todo cuanto crean favorable de las clases magistrales para que lo examinemos más adelante.

21 enero 2008

Política, Docencia y Adoctrinamiento

POLÍTICA, DOCENCIA Y ADOCTRINAMIENTO

Adoctrinar

Muchos dicen que el docente debe, obligatoriamente, tener una posición política neutral, pues corre el riesgo de llegar a ser intolerante frente a las posturas de sus estudiantes, e incluso, puede adoctrinarlos para que sigan las creencias que él considera como ciertas.

Pero hablar de un ser a-político es negar la naturaleza humana. Todo ser huamno tiene una postura, sigue unas creencias, adopta una posición y definitivamente, no puede ser neutral en temas de política.

Esto parece situar entonces a la educación en un problema serio: ¡si no existen docentes políticamente neutrales, no existe una educación pura! Todo estudiante será corrompido por la posición política de sus maestros.  

Al ser este hecho innegable, los docentes han sacado a la política de los salones de clase por miedo a la influencia que creen poder llegar a ejercer en las mentes de sus estudiantes. No obstante, se comete un segundo error por algo que de una u otra forma no cambiará: por más que los profesores quieran dejar los temas de política fuera de sus salones, la política ciertamente no los deja nunca a ellos. Entonces se ve, de forma inconciente, un profesor cuyas creencias machistas se reproducen en las clases: si el profesor cree que las mujeres no deberían estudiar, por más que el quiera mostrarse como neutral en la clase y mantener por fuera del salón esa posición, sus actitudes en la clase reproducen su forma de pensar: le da más la palabra a los hombres, califica con criterios diferentes a los hombres y a las mujeres, le explica más a los hombres. Si se trata de un profesor cuya posición es de derecha, aquellos estudiantes que expresen posiciones de izquierda, serán discriminados así él no lo quiera. Así sucesivamente.

El profesor, en vez de querer mostrarse como ser neutral o de dejar por fuera de los salones los temas importantes que pueden promover un cambio en la sociedad, debe ser conciente de su posición política y tenerla en cuenta para, en primer lugar, no reproducirla de manera inconciente dentro del salón, y en segundo lugar, para promover un debate mucho más abierto y neutral.

Esto, a lo que Lilia Bartolome llamó "claridad política", es tal vez la forma más sensata de retomar los temas de importancia al interior del salón de clase. Un profesor no debe ser neutral políticamente, pues es imposible, un profesor debe tener clara su orientación política.

Claro, el miedo de un profesor con dicha claridad es que llegue a adoctrinar a sus estudiantes. Pero no olvidemos: !Los estudiantes también piensan!, ellos no son esponjas que lo único que hacen es absorberlo todo; ellos tienen su juicio, su criterio, sus razones, sus creencias, su mente con voluntad propia. Ahora, en un sistema donde los estudiantes son los actores de la clase y del aprendizaje, ese peligro se minimiza, pues ya no se trata del docente sabelotodo que es idolatrado por sus estudiantes, sino como un guía, no espiritual, no político, sino pedagógico.

Lo importante y la reflexión que quiero dejar es que el profesor no puede ser neutral en temas de política, por el contrario debe tener muy clara su posición política para que no reproduzca inconcientemente su posición al interior del salón y para que lejos de olvidar los temas importantes (clasismo, racismo, injusticias, entre otros) por miedo a un riesgo de adoctrinamiento, incentive el debate, la reflexión y la crítica.

Los estudiantes deben enfrentarse a sus propias creencias, deben cuestionarse una y otra vez sobre lo que quieren, sobre lo que piensan, sobre sus posturas; deben ser invitados a encontrarse a sí mismos y al otro dentro de sí, pero para esto necesitan maestros que no los subestimen, maestros que se conozcan, maestros que los reten, los enfrenten, que conflictivicen su pensamiento, su forma de ver la vida, maestros que se reconocen como seres políticos, democráticos, como seres humanos que aceptan su posición en la sociedad; maestros con claridad política que saben que mientras el hombre piense no podrá ser adoctrinado; maestros que no les de miedo enseñarles a pensar. 

16 enero 2008

Una aproximación a la Pedagogía Crítica: entrevista a Peter McLaren

Bueno, ya hemos visto algunas críticas a la educación, pero ciertamente como me dijo AIR, la crítica es buena, pero necesariamente debe ir acompaña de propuestas para mejorar; finalmente ese es el sentido de RedEd: mejorar a la educación para que a través de ella mejore la sociedad.

Empezaré entonces, teniendo en cuenta dicho comentario y a lo largo del tiempo exploraré entre críticas y propuestas, algunas corrientes pedagógicas que pueden ayudarnos a construir un mejor futuro.

Siendo así, quiero que el camino inicie con la exploración de lo que se ha llamado la pedagogía del cambio, mejor conocida como "Pedagogía Radical" o "Pedagogía Crítica".

Presento a continuación una entrevista realizada a Peter McLaren en Venezuela sobre este movimiento de la Pedagogía Crítica, donde nos podemos aproximar tangencialmente a ella y donde se puede ver una tendencia ciertamente socialista. Lo interesante de ello es que en dicho País, los estudiantes como agentes vivos de la historia y educados en un sistema crítico, son los primeros opositores a las imposiciones socialistas opresoras del Presidente Chávez.


Resulta interesante también preguntarse, ¿si en Colombia se ofreciera una visión más crítica en el modelo educativo, los estudiantes y colombianos no miraríamos con ojos renuentes las falacias y el espectáculo circense del presidente Chávez, rechazándo categóricamente su intromisión y violación a la soberanía colombiana?

Sin duda alguna, pese a esta primera aproximación a la pedagogía radical, prematura y superficial, pero que poco a poco iremos profundizando, se puede afirmar que la crítica y la reflexión deben ser parte del sistema de educación, pues mientras exista reflexión y crítica se podrá creer en la democracia, en la justicia, en la ética, en la equidad. Así mismo, deboo resaltar que el vínculo entre la educación y la política (ojo: no la politiquería) parece innegable y tiene que ser explorado con mayor detalle, pues su importancia resulta vital en los objetivos que se han planteado todos aquellos quienes creemos que a través de la educación se puede cambiar el mundo.

Ahora bien, para finalizar creo que debemos empezar a pensar y preguntarnos para este punto, ¿Cómo se puede promover una pedagogía crítica en un salón de clase o en la vida cotidiana desde mi área de interés y que implicaciones políticas tiene esta aproximación?

NOTA: Obsérvese en la entrevista la relación que hace Peter McLaren entre él y Henry Giroux; esto nos permite reconocer quién es Giroux (véase mi Post anterior) y cuál es su importancia en este movimiento de la pedagogía radical.

13 enero 2008

Estamos dejando atrás a todos los niños: Entrevista a Henry Giroux




Un punto de vista que puede orientarnos y algunas preguntas que deberíamos hacernos para verdaderamente cambiar al mundo a través de la educación.

04 enero 2008

¿Donde están los grandes pensadores de Latinoamérica?

¿Donde están los grandes pensadores de latinoamérica?

Es difícil responder. Tal vez son muy pocos, incluso algunos se atreverían a decir que no existen. Por mi parte puedo decir por el momento que no lo se, pero siento el deber de decir, el por qué no lo se.
La acción de pensar es una acción con la que los latinoamericanos "educados" estamos muy pocos relacionados; es más, es probable que ni siquiera sepamos lo que significa esa palabra, y la explicación es mas sencilla de lo que parece: nunca aprendimos a pensar.

De pequeños nuestra curiosidad natural por las cosas nos llevaba a preguntar, observar, analizar y así, a aprender. Tomábamos con nuestras manos los objetos extraños y los explorábamos hasta que los llegábamos a conocer. Desde nuestro nacimiento experimentamos un aprendizaje vertiginoso que de mantenerse constante pareciese llevarnos a largo plazo, a la genialidad. Pero ese vertiginoso aprender se ve interrumpido pronta y prematuramente por algo que llamamos: EDUCACIÓN. El niño inquieto al que le gustaba deducir de sus observaciones y así aprender, es adoctrinado bajo una metodología antinatural donde debe "aprender" todo lo que dice maestro, ¡poderoso sabelotodo!.

Es así como el pequeño niño pronto olvida el arte de indagar, cuestionar, explorar y deducir, convirtiéndose en un excelente loro parlanchin que repite lo que dice el profesor: Bueno niños... dos mas dos es cua... (los niños en coro) ... tro...

El niño se hace hombre (o mujer) y ya nada sabe del arte de pensar. Para él (o ella), el más sabio es el que más información conoce, el que más repite y tristemente, no el que más piensa (esto es muy común en medicina: los doctores más admirados son los que pueden recitar X o Y estadística de memoria, con fechas, porcentajes, tasas y demás, pero poca atención se le presta a los que piensan y cuestionan constantemente).

El caso es que el ser humano, ya adulto y educado, creció sin poner en práctica el acto de pensar. Pero todo esto sólo me llevaría a afirmar con mayor razón que no deben existir pensadores latinoamericanos. Sin embargo no me puedo apresurar porque surge un segundo igual de preocupante.

No contenta con las metodologías castradoras de pensamientos, la educación en Latinoamérica tiene la característica de ser un vil plagio de la educación de algunos países desarrollados. Es decir, no es una educación autóctona. El estudiante, el profesor y el rector prefieren centrar su atención principalmente en tendencias europeas y norteamericanas, antes de darle valor a lo que se hace en la región. Con esto quiero decir que seguramente existen muchos geniecillos que pese a ser educados lograron evitar ser educados (en el sentido mencionado) y mantuvieron ese espíritu curioso y observador del niño, convirtiéndose en grandes pensadores. El problema es que pasamos tanto tiempo estudiando a los pensadores de otras regiones, que desconocemos los pocos que nuestro sistema educativo ha producido.

En conclusión, puede que no existan los grandes pensadores latinoamericanos porque es difícil que un ser humano educado sea un pensador, pero a la vez puede que existan pensadores latinoamericanos, pero como nos interesan más otras culturas que la propia, no sabemos si existen.

Lo bueno de todo esto y de tomar conciencia sobre este hecho, es que nunca es tarde para aprender a pensar y para empezar a conocer más a fondo nuestra cultura.

Finalizo invitándolos a leer sobre el Pensador más grande que tuvo la educación mundial en la segunda mitad del siglo XX: Paulo Freire. Adivinen de que región era...

03 enero 2008

¿Educando Médicos o Educando Mediocres?

¿Educando Médicos o Educando Mediocres? Esta pregunta va mucho más allá de la medicina misma y creo que involucra, no sólo a ésta, sino a todas las profesiones.

He observado con preocupación como en los últimos años la gran mayoría de universidades ha duplicado el número de estudiantes que admite semestre a semestre, manteniendo la misma infraestructura y el mismo número de docentes, haciendo que la relación docente/estudiantes tienda vertiginosamente a 0.

Se podría pensar que esto no representa un problema mayor, siempre y cuando el fin puramente académico de la universidad no se vea afectado. Sin embargo esto resulta difícil por diferentes motivos y deriva en profesionales mal preparados que lograron sortear su carrera con un mínimo de esfuerzo. La exigencia académica es hoy por hoy casi imposible. Veamos.

En el caso específico de la medicina puedo decir que se admiten cerca de 150 estudiantes por Facultad. Las clases se dan de forma magistral para los grupos completos y las evaluaciones, lejos de evaluar, miden conceptos que dos a tres semanas después la mayoría de estudiantes olvidan.

En grupos tan grandes y con métodos de evaluación deficientes se vuelve casi imposible determinar quienes han aprendido y quienes no. Los profesores poco o nada saben del proceso del estudiante y de lo único de lo que pueden dar razón es de si aprobó o reprobó determinado examen (esto cuando recuerdan de que estudiante se está hablando).

Pero entonces, ¿por qué no aumentar el número de docentes, mejorar la infraestructura o disminuir el número de estudiantes para buscar una mejor educación?

Es sencillo: la educación superior se prostituyó de tal forma que se convirtió en un negocio bastante rentable. Se admiten muchos estudiantes, se le paga al mínimo requerido de docentes y se mantiene la infraestructura. En otras palabras, muchos ingresos y muy pocos gastos.

Pero el problema va mucho más lejos, pues muy pocas universidades se atreven a sacrificar los ingresos que perciben de los estudiantes que no están calificados y que aun así, continúan sus estudios fácilmente. Tal vez este es el problema principal. La visión enteramente centrada en los negocios de la educación superior la ha vuelto tan paternalista que el estudiante nunca es responsable de su educación. Si el estudiante hace algo malo, seguramente no se culpa al estudiante, pero de seguro si al maestro o a los métodos. Ahora, si a esto le sumamos la complicidad de la legislación amparando "el derecho a la educación", aquellos estudiantes que fallan, copian o reprueban tantas veces como se puede imaginar, toman acciones legales contra las universidades, que, en el mejor de los casos, pierden su autonomía y tienen que graduar casi "automáticamente" a un sinnumero de profesionales mal preparados, por no utilizar otros calificativos.

El sistema de educación médica le permite al estudiante de medicina de hoy obtener un título prácticamente sin estudiar, promueve la copia, estimula la irresponsabilidad y premia la falta de ética.

Estos son sólo algunos de los problemas que hacen que los profesionales que hoy se gradúan de la universidades no conozcan el significado de palabras como la responsabilidad, el respeto, el profesionalismo, la ética de su profesión y en la gran mayoría de los casos, de profesionales que ni siquiera saben de su profesión.

La educación superior es hoy más mediocre que nunca. Pero esto es un problema que tiene su origen en múltiples factores (un buen número de ellos económicos) y quienes tienen la solución en sus manos, por lo menos inicialmente, piensan más en la cantidad que en la calidad. Para nadie es un secreto que si se tiene con que pagar la matrícula, se llegará a ser profesional (esto recobra mayor importancia en carreras muy costosas como la medicina).

No quiero que esto se entienda como una crítica a los elevados costos de las matrículas, pues soy consciente que para recibir educación de calidad se requiere hacer una inversión considerable. No obstante, esa inversión la hacen todos los estudiantes (en otros países la hace el estado), el problema es que las universidades rara vez la reinvierten en mejorar la calidad (investigación, mayor número de docentes, mejor infraestructura, entre otros) y más aun, que no están dispuestas a sacrificar esos ingresos por la exigencia académica.