25 febrero 2008

La Necesidad de una Cultura de Evaluación

"La Necesidad de una Cultura de Evaluación" 

Examen 

Generalmente cuando se habla de evaluar la educación, todos los involucrados se muestran reacios a este acto, pues se suele asociar a la evaluación con una calificación, con una dicotomía entre hacer las cosas bien y hacerlas mal. La palabra evaluar es para el estudiante una nota, para el profesor un atropello a su forma de hacer las cosas y para el administrador algo impensable o tal vez una oportunidad para demostrar cuan bien están las cosas que él dirige.

Pero la evaluación es ciertamente algo más: es el único medio que tenemos para tomar decisiones sobre la educación. Desafortunadamente todos los que tenemos alguna participación en la educación tenemos un concepto muy pobre de ella. Esto se ve reflejado en que casi todas las decisiones que se toman en materia académica en un colegio, en una Universidad o, incluso, que toma el mismo Ministerio de Educación, se basan casi exclusivamente en los resultados de pruebas estandarizadas (en Colombia las pruebas SABER, ICFES y ECAES). Es necesario crear una cultura real de evaluación al interior de las instituciones educativas para poder tomar decisiones informadas y con criterios reales.

Pero la evaluación es más que dar una nota o "rellenar las bolitas" de una encuesta en un momento puntual; es un ejercicio mucho más profundo que se debe desarrollar constantemente, clase a clase, día a día. Es una recolección de información detallada para mejorar la educación. Un profesor que le pregunta a sus estudiantes que tal le parecen los métodos de enseñanza que él utiliza, qué tan adecuadas son las oportunidades de aprendizaje de sus clases, qué tal hace las cosas. Un estudiante que le pregunta a su profesor en qué puedo mejorar, qué debo hacer para comprender mejor, qué tengo que hacer para llegar a ser un buen profesional. Un administrador que le pregunta a todo su personal (profesores y estudiantes) cómo podemos hacer de la educación que impartimos la mejor.

Pero para llegar a esta, hasta hoy, utopía, es claro que debe existir una cultura donde la evaluación no sea sinónimo de algo negativo, donde no se asocie con perder una materia o tal vez el trabajo. Por el contrario, la evaluación debe ser entendida como una oprtunidad para mejorar y hacer la cosas cada vez mejor. Por esta razón, deberíamos alegrarnos al ver evaluaciones con resultados que muestran también las cosas que están mal.

Lo más triste de todo es que la ignorancia sobre la profundidad de la evaluación, nos hace diseñar modelos de evaluación para mostrar que las cosas están bien: si ustedes miran los informes de gestión de cualquier profesional, verán que sólo se muestra lo positivo, no hay ni una sola oportunidad de mejorar.

Pero, ¿por qué ese afán de mostrar que se hacen las cosas bien? Es evidente que la evaluación tiene unas implicaciones políticas importantes: a ningún rector le gustaría mostrar que los estudiantes bajo su mandato no estuvieron contentos con las clases que recibieron, por el contrario les gustaría mostrar que todos los profesores llegaron a tiempo, le entregaron un programa a sus estudiantes y que se cumplieron todas las clases. Es por eso que se evalúa lo que no tiene sentido evaluar, lo que no da información suficiente para tomar decisiones.

Es necesario que cambiemos de actitud frente a la evaluación, que entendamos la evaluación como un mecanimso de detectar las cosas que se pueden mejorar y que siendo así, diseñemos evaluaciones dirigidas a este objetivo. Sólo dándole el verdadero sentido a la evaluación podremos crear un cambio educativo. Evaluar no es malo, por el contrario, evaluar es el camino para no seguir haciendo las cosas mal.

Debemos empezar a generar una cultura de evaluación. Los invito a que empecemos, ética y objetivamente, a evaluar la educación.

08 febrero 2008

Sobre la Disciplina

SOBRE LA DISCIPLINA

 Disciplina

En mi último Post comentaban que las clases tradicionales tenían como un aspecto positivo que promovían la disciplina.

Pero ¿qué es la disciplina?, ¿Acaso es sentarse en silencio durante horas enteras a oir hablar a un profesor?, ¿Eso genera disciplina?, ¿Si un estudiante logra mantenerse despierto en todas sus clases tradicionales, tratando de poner atención, se volverá una persona disciplinada?

Creo que el concepto de la disciplina va mucho más allá y requiere ciertamente entenderse para saber si realmente es deseable la disciplina como un objetivo educativo. Veamos lo que significa la disciplina: la Real Academia Española la define como la acción y el efecto de disciplinar, y esta acción a su vez la define como:
  1. Instruir, enseñar a alguien su profesión, dándole lecciones [aleccionándolo].
  2. Azotar, dar disciplinazos por mortificación o por castigo.
  3. Imponer, hacer guardar la disciplina (observancia de las leyes).
Creo que en ese sentido, las clases tradicionales si fomentan la disciplina, pero no creo que disciplinar sea algo que la educación debe buscar. No comparto que la 1 o 2 definición sean un ideal pedagógico y en cuanto a la 3 definición, hacer guardar la disciplina (obviando lo de imponer), estoy seguro que esa observancia de las leyes puede ser fomentada desde un amor y respeto hacia la ley, desde una comprensión profunda del por qué respetar las leyes más que de una imposición.

La disciplina entendida como un respeto hacia las leyes es necesaria, pero no enseñada de una forma impuesta y obligada cual prueba de resistencia: mantenerse despierto, en silencio y atento. La disciplina debe ser estimulada desde la comprensión de su importancia: que mejor ilustración para entender la disciplina que el imperativo categórico (palabras más, palabra menos: si todos hiciesen lo que yo hago, estaría bien: ¿si yo hablo y todos hablan estaría bien?).

Las clases tradicionales disciplinan (y debe ser por eso que tantos, pese a su educación, no respetan la ley), otro tipos de clases de las que hablaré en otra oprtunidad, estimulan la comprensión de la disciplina y desde allí hacen de la disciplina una cualidad de la persona, no una obligación.

Esto nos lleva a que en clase no se debe buscar disciplinar sino que se debe buscar que los estudiantes comprendan la disciplina a través de actividades como que ellos impongan las reglas de juego, a través de dilemas éticos, entre otros (lo mismo para los padres: no disciplinen, permitan y estimulen a sus hijos a comprender este concepto).

La próxima vez que se pase un semáforo en rojo no culpe a su educación tradicional, sino que piense en el imperativo categórico, al final decidirá si se lo pasa o no. Permitan que sus estudiantes puedan hacer ese razonamiento también, no los obliguen porque la disciplina si no se entiende y se impone, no tiene sentido.